viernes, 9 de septiembre de 2011

CARLOS CASTILLO PERAZA A 11 AÑOS DE SU AUSENCIA






“Sólo Dios sabe cuando la fruta se encuentra suficientemente madura para cortarla del árbol y llevarla a su huerto de eternidad”, epígrafe del artículo de Carlos Castillo Peraza sobre el fallecimiento del ingeniero Manuel J. Clouttier.



El 8 de septiembre pasado, en la ciudad de Bonn, Alemania, un paro cardiaco trunca a los 53 años la vida de Carlos Castillo Peraza, deceso irremediable para México .



Gran conmoción causó el deceso tan inesperado de quien se convirtió en artífice del panismo de la última década.



“Detrás del triunfo de Vicente Fox está la tarea perseverante y valiosa de Carlos Castillo Peraza en el Partido Acción Nacional, como soldado de infantería, capitán de milicias, ideólogo reformador y creador de estructuras, capacitador de cuadros y presidente del partido en los años de 1993 a 1996, periodo de su mayor crecimiento durante toda, toda, toda su historia”. Esto decía El Diario de Yucatán en su nota necrológica, diario que fue su alma mater. Ahí inició su labor como periodista y en el que colaboró como articulista hasta el fin de sus días.



Cómo explicar el panismo de la década de los noventa sin hacer mención de tan gran artífice e ideólogo, edificador indispensable de la transición democrática; amante y defensor de la verdad. Refutaba irónico la proclama de discursos vacíos.



Luchador incansable por la legitimidad del gobierno, que en dos ocasiones como candidato, primero al gobierno del Estado y después a la Alcaldía de Mérida, esta última que, por cierto, le fue arrebatada por quienes en nuestra tierra natal atienden su perenne e infinito cacicazgo y que aún hoy lo ostentan y que aún hoy se constituyen como una vergüenza nacional para un México verdaderamente democrático.



Autor del ya desgraciadamente olvidado documento “Compromiso Nacional por la Legitimidad y la Democracia en Chihuahua, en 1987.” Con este documento se dio sentido e inició el proceso de la transición política mexicana. En él se exigía a un gobierno autoritario asumirse como un gobierno de transición y que, al mismo tiempo, lo convocaban a él mismo y a todas las fuerzas políticas a iniciar, por la vía del diálogo y la negociación, una ruta de transición pacífica hacia la democracia.








Sentimos pues, la pérdida de tan extraordinaria persona, político a carta cabal, y por cierto en dos ocasiones legislador ejemplar, quien como tal y desde esta misma tribuna pugnó siempre por la defensa y la dignificación de la vida; debate hoy inconcluso, lucha incansable que aún en la trinchera más modesta enardecía contra quienes atentaban en contra de la vida. Artífice, pues, de la vida democrática en México; pero también trascendió a las fronteras de nuestro país.



Nunca un mexicano ha sido tan querido y admirado por la Democracia Cristiana Internacional, y éste es apenas un pálido reflejo de su entrega total al compromiso de transformación democrática de todo el orbe.

Hombre crítico, en busca de verdad, que confrontó a los medios de comunicación, congruente con sus ideas, nunca permitió que se antepusiera una imagen a la convicción pura del pensamiento. Periodista comprometido con su labor, entendía el poder de la palabra, por lo que criticó contundente a quienes intentaban hacer mal uso de ella. Fiel protector de la profesión, no dejaba pasar imprecisiones o degeneraciones lingüísticas sin hacerlas notar.


Amante de las lenguas, lo mismo traducía en inglés, en francés, en italiano, alemán, en latín, en griego, y todo para enriquecer nuestra propia lengua. En este sentido quisiera recordar una anécdota del licenciado Castillo Peraza cuando se le solicitaba que regresara a la política activa en Acción Nacional y él contestaba: Miren, con esa nueva moda que existe de los políticos de decir:

Compañeros y compañeras, señoras y señores diputados y diputadas, etcétera, yo me voy a tener que dirigir a ustedes como panistas y panistos, voy a tener que reconocer que tengo un hijo guitarristo, y además voy a ir a arreglarme las muelas con el dentisto. Realmente amo demasiado el idioma español como para hacer algo así.





Dueño también de un corrosivo sentido del humor, el cual muchos ignorantes confundían con soberbia, hizo las delicias de sus lectores y escuchas e innumerables artículos y conferencias. El anecdotario de Carlos Castillo es material para un libro, que no le pediría nada a las célebres charlas de café de Don Ramón y Cajal, y para no aburrirnos vamos a recordar algunas de ellas.



Recuerdo que en unas oficinas del Comité Ejecutivo Nacional el licenciado Castillo tenía un letrero que decía en su puerta: “Aquí estamos para atender a todo el mundo, pero por favor cierra la puerta antes de entrar”.

De igual forma, alguna vez después de hacer alguna fiesta y una anécdota que no viene al caso, alguien le fue a pedir una disculpa y le contestó “No se preocupe usted compañero, yo estoy plenamente consciente de que tanto la inteligencia como la moral son solubles en alcohol”.



Filósofo prominente, convencido de que el ejercicio del razonamiento es vital para la vida y sobre todo para la vida política, tras su viaje a Roma para estudiar en la Universidad Gregoriana, escribe a sus padres para informarles que decide estudiar en Friburgo, Suiza, y da la siguiente razón: “En Roma están los santos y en Suiza están los sabios”.



Sus legados reflexivos pueden encontrarse en los diversos ensayos de artículos y sus obras: «Disiento», «El logro antropófago», «El pan nuestro» y «Manuel Gómez Morín, constructor de instituciones», se han convertido en lecturas obligatorias para el análisis y la comprensión del nuevo México que vivimos.





Junto al mundo filosófico también Carlos era un gran católico; así como buscaba el desarrollo de lo intelectual, también lo hacía en su parte espiritual. Conocedor profundo de la religión católica, encontró en la política un espacio práctico, congruente con las ideas religiosas, la búsqueda del bien común, satisfacción espiritual que le brindaba la labor generosa de la política desatendida de las ambiciones mezquinas de las que muchos políticos mexicanos comulgaban a costa del interés prioritario del servicio de los demás. Defendía su religión, sí, pero nunca, nunca la impuso.



La trayectoria política intelectual y religiosa de Carlos, la sintetiza su magistral pluma. «La amistad me llevó a la militancia apostólica y ésta a la política. La necesidad me condujo al periodismo y éste a la filosofía. Las urgencias de mi país, me obligaron a asumir responsabilidades en el ámbito de un partido político, el Partido Acción Nacional, como dirigente, como candidato, como aficionado a la filosofía y como periodista».



Paradójicamente puede decirse que los más perjudicados por la desaparición del maestro, son precisamente quienes menos compartían sus ideas. Así lo señalaba Christopher Domínguez, articulista del Suplemento Cultural del Diario Reforma. Si alguien pudiera recordarle al Partido Acción Nacional sus raíces en el humanismo católico, si alguien podía frenar la visión gerenciaria analfabeta de la política, ese era precisamente Carlos Castillo Peraza.








Gracias por la herencia ideológica que nos dejaste; sin ti, muchos no hubiéramos despertado a la vida generosa de la política humanista.
Hombre de muchas y muy variadas actividades. Podemos pensar en él, si es que se vale una mala metáfora, como una gran ceiba, con un frondoso tronco de inteligencia y con innumerables ramas, donde cada una representa una disciplina distinta del saber humano.



Podemos pensar en Carlos como el intelectual de la transición, el filósofo juicioso, el político sagaz, el católico malo, el panista silvestre, el pecador estándar, el maestro dedicado, el lector incansable, el padre cariñoso, el escritor de prosa fluida e interesante, el aficionado al béisbol, el periodista sin igual y hasta como un irredento aficionado a los albures, pero Carlos antes que todo eso, Carlos era un amigo; amigo de sus hijos, amigo de sus discípulos, amigo de sus correligionarios, Carlos era amigo de sus amigos.



Carlos siempre se brindaba con generosidad. Disfrutaba tanto los logros de sus amigos como los suyos propios. Fue el artífice de mil escaleras que nos ayudaron a muchos a ser mejores políticos, pero sobre todo nos ayudaron a ser mejores personas.


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